EL BARCO DE TESEO
Nunca te vi con el pelo suelto. ¿Qué clase de armadura llevas puesta? ¿De qué golpes te proteges ante mí? Sumergido en lo oscuro, escucho a lo lejos como pasa el tren. Es tan frágil y tan tonta la esperanza que aún guardo tu foto en un cajón. Sé que es imposible bañarse en el mismo río otra vez. Aún te veo en esa tarde roja sangre, años antes que te hicieran desaparecer. Te quisiera decir que recordar es todo lo que hacemos quienes nos quedamos.

 

CUECA SOLA
La cama está deshecha y al tren le falta un riel. No es fácil enfrentar lo oscuro. Tómate un tecito pal dolor: agüita de chilco y un poquito e miel. Es de locos. Negro es el claro entre nubes del naufragio. ¿De qué golpes te proteges ante mí, si el problema ha sido siempre este juego en que no hay ganador? Y como un pajarito frágil, entre nubes, dice que nunca fui muy dada a los milagros. Nos hundimos en el fondo. Aprieta el corazón y que chorree negro el piso porque esta noche no hay visitas. Vamos a esperar que el fuego se lleve el campo.

 

CULTURA DE LA SERVIDUMBRE
Lo que hay que derribar es el mito del individuo que intenta salvarse solo. ¿Y cómo me saco de adentro este montón de piel muerta? El tren se expande, llega hasta la orilla. Puentes que quemamos, y volvemos a construir. La química, la matemática y el olvido. Lo vi llorar a mis quince años. Abrázame, que este es el juego de los hombres. No me barrai la suerte, repoca gracia tiene. Ahora siempre me acompaña, cascarita de naranja. Es difícil soportar la diferencia. Por más que te miro no entiendo quién te hizo tan blando. Los idos no perdonan que los tenga en el olvío. Las ánimas en pena que aquí dentro me visitan y dicen: “se escucha fuerte el río porque nos debe tantos cuerpos” Lo que hay que derribar es el mito del individuo que intenta salvarse solo. Nos quieren ver muertos, y no lo van a lograr. No me barrai la suerte, repoca gracia tiene. Ahora siempre me acompaña, cascarita de naranja. ¿Cómo compartimos sangre? ¿Quién te hizo tan blando? Es difícil imaginar tanta diferencia. La corriente gruesa a veces nos devuelve los cuerpos y a veces no. Sin llanto, mierda: con chistes y con guitarra, porque pa habar de libertad no podemos ser esclavos ni del alma ni del estómago. Para todo me acompaña, cascarita de naranja.

 

CORTACALLES
Nunca te había preguntado si fumabas. Y te reíste tan fuerte. ¿A quién crees que tienes en frente? La verdad es que no lo sé. Hay costumbres viejas que se olvidan, y se las lleva la muerte y les pone un chaleco pal invierno y calcetines en los pies. Cuaderno en mano, preguntando. Apostando la suerte. ¿Dónde crees que están mis niñitos? La verdad es que no lo sé. Corta calles y abre caminos.

 

LAUTARO, LA BRIGADA
Me dijo la historia nunca es una como es uno el Polo Norte o el susurro macabro de los helicópteros rugiendo al sobrevolar la superficie del poema. Sacos amarrados con alambres a los rieles, yo distingo entre la oscuridad un brillo. Es su rostro, quien me dice y sonríe: “arma armaduras para protegerte, que hoy haremos fiesta, querida mía”. De eso está hecha la vida que nos queda por delante: de ropas, frases que olvidaste y la monotonía del duelo. Como esa tarde roja sangre en que a tu madre le diagnosticaron cáncer, y aprendimos a nadar juntas, llorando, y tragándonos el puto miedo. “Arma armaduras para protegerte, que hoy haremos fiesta, querida mía” Arma armaduras para protegernos, y nadie bailará sobre nuestros muertos.

 

SAN BORJA
Antes que se agote el verano y tu paciencia abrázame antes de partir. Anoche soñé que nuestra hija se hundía en el mar amarrada al riel de un ferrocarril y quedábamos solos abrazando juntos el horror. Le prendimos fuego a nuestras cartas y ahora no sabemos qué decir. Y es el sol, se recoge como el mar frente al horror. Hay manchas de sangre en la cama. Abrázame, ¿o acaso ya no me querí? El mar se expande: mapa, territorio y hambre. Y es el sol, se recoge como el mar frente al horror. Es tarde y tienes sangre en la ropa. Abrázame, que no me quiero ir. Antes que se agote el invierno y tu paciencia escríbele, que yo también lo haré. Anoche soñé que esa tarde roja sangre nos decía que no seremos padres. Cuando vuelva vamos a comprarle flores. Y es el sol se recoge como el mar frente al horror. Es tarde y tengo sangre en la ropa, abrázame, ¿o acaso ya no me querí má?

 

MARCHITARSE
Me compré un jarrón para dejar flores, cosa que se marchitan y me recuerden el paso del tiempo. Quiero apreciar en su fragilidad la muerte de algo bello. Mi abuelo trabajó en una fábrica de vidrio y siempre me lo imaginé haciendo figuras. Una mamá pato con sus patitos. Una vaca comiendo pasto. Un buey tirando de una carreta. Una casa de campo hecha de vidrio, con gente que pasa por afuera y saluda al campesino de vidrio, que mueve sus manitos transparentes. Un abuelo de vidrio en un bar de vidrio, jugando a las cartas, perdiendo terrenos, pagando prostitutas. Un abuelo de vidrio que a final de mes está aburrido porque se le acabó la plata y no puede seguir tomando, así que viola a su mujer y le pega una enfermedad. Pero no le importa. Porque mi abuela de vidrio no es una persona. Es un objeto. Como el campo y las vacas y los cerros de vidrio. Recuerdos frágiles, que dependen de ser tratados con cariño. Y ahí nos damos cuenta de que somos delicados. Le tenemos miedo a los golpes. Al paso del tiempo. Las flores muriendo en mi mesa de centro. Las personas que terminan por quebrarse. Mi abuela, agarrando a su hija, escapando a la ciudad. Vivir la pobreza. El hambre. La escopeta que se compró para espantar a los ladrones que trataban de secuestrarlas, porque dos mujeres solas no son personas. Son objetos para usar, para romper. Los disparos en la noche. La sangre. Los perros aullando. El silencio de los vecinos.

 

EL PERRO VOLODIA
Lamento llegar a estas horas. Me quedé fumando afuera, apoyado en la reja y pensando en que no tengo hambre por este nudo en el estómago que debe ser la rabia. A lo lejos la tarde roja y mi hermana, diciéndome: “¿Qué clase de crueldad es esta? Por Dios, ¿qué clase de crueldad es esta? Si nadie pelea conmigo tendré que cargar en vano esta armadura el resto de mi vida.” Disparos que vuelan los ojos. Mi madre tragándose el llanto. El cielo está tan claro entre naufragios. Hicieron lo imposible por evitar mis hijos y controlarme como a una enfermedad. Pero la vida nace de mí. Si nadie pelea conmigo tendré que cargar en vano esta armadura el resto de mi vida. Puentes que quemamos y volvemos a construir. Tu cabeza blanca, la matemática y el silencio. Pero la vida nace de mí.

 

VELORIO PAL ANGELITO
¿Cómo dice que me dijo cuando vino a verme? “Voy a regresar en poco más de un mes”. ¿Qué me dice? ¿Cómo dijo cuando vino a verme y me contó de su madre, y de cómo pelean cada vez? Pero le dije: “el tiempo se va tan pronto”. Nube negra, vuelve pronto a casa. La historia se ríe. Si cae, rueda y quema, vamo a ver. Si el angelito duerme bien tranquilo, vamo a ver. “Mi esperanza es un edificio a punto de caer.” Y luego dije: “el tiempo borra incluso las quemaduras de cigarros de los cuerpos”. Nube negra, vuelve pronto a casa. La historia se ríe. Si cae, rueda y quema, vamo a ver. Si el angelito duerme bien tranquilo, vamo a ver. El sentido es algo arbitrario, tramposo. Como el sentido de las calles o la fuerza de gravedad que decide hacia dónde viajan los ríos. El doctor dice que en algún punto esta herida deja de doler. Como cuando repites tanto una palabra que se vuelve algo extraño, opaco, difuso. Somos como ríos, sin sentido, dependientes de la geografía. Armamos planes sin pensar en cómo terminan. Construimos llenos de risa y canto y sin armaduras. Y nos arrancaron los sueños como una florcita pequeña. Una pequeña historia. Una pequeña despedida. Un pequeño cuerpo que no enterramos. No tengas tanto miedo, no tengas tanto miedo. No vale la pena. Hay que aguantar.

 

ZANJÓN DE LA AGUADA
Los disparos le abren la piel. Nadie hace nada. Cuesta soportar. Mapa, territorio y hambre. Mi madre frágil, hecha de vidrio. Le hablo de ternura, compañero, usted no sabe cuánto cuesta la esperanza. Impertérrito transeúnte, que a duras penas pudiste llegar, arma armaduras, cúbrete la espalda como las llamas que cubren el campo, mientras los disparos retumban en la tarde roja sangre. El cáncer y los perros que aúllan. Mi niño tan valiente, cada día más grande. Esto es por los que vendrán. Impertérrito transeúnte, ¿ahora quién te puede salvar? Arma armaduras, cúbrete la espalda, como las llamas que cubren el campo, mientras los disparos retumban en la tarde roja sangre. El cáncer y los perros que aúllan y me dicen: “Nunca volverán. Agárrate fuerte. Se viene la gran muerte.” Los disparos le abren la piel. Nadie hace nada. Cuesta soportar.

 

VAMO A VER
Vamo a ver si cae, rueda y quema. Vamo a ver. Si el fuego toca las cosechas. Vamo a ver. La figura de mi abuelo observando el campo en llamas, y diciéndome: “Este es el juego de los hombres. ¿Dónde te hicieron tan blando?” Vamo a ver. Si cae, rueda y quema. Vamo a ver. Los silencios a la hora de comer.

 

CIUDAD ABIERTA
Espectáculos del orden. Víctima ejemplar. Helicópteros que duermen sobre nubes. “Abran esa puerta”, gritan desde afuera, mientras sonreímos a la adversidad, porque yo soy el nuevo alcalde. Pájaros, cuervos, recuerden la lección más importante: es fácil atrapar al que vuela siempre igual. El bosque está oscuro. Mis pies, heridos, sangran. Atrapándonos entre raíces y las ramas, la salida del texto está del otro lado, hija mía. Comenzaste a perderte entre la masa de palabras. Animales oscuros que se olvidaron de cómo sonreír. El rugir de los árboles aguantando la tormenta. Gotas que caen y forman pozas enormes. Pequeños océanos donde te tomo de la mano y aprendemos a nadar. Y a nuestro lado, un hombre buzo desaparece entre las aguas y pienso que debe ser hermoso vivir así: sin temor a esa oscuridad profunda. Acostumbrado a lo desconocido, a lo infinito. Y allá abajo, al fondo, el hombre buzo se encuentra con restos de barcos, líneas de trenes abandonadas, cuerpos amarrados con alambres de púas, correos que nunca se mandaron, abrazos de cumpleaños que jamás se dieron, el día en que te llevaron y te hicieron desaparecer en el mar, tragándose una familia entera. El día en que se llevaron a una familia entera. ¿Y cómo se puede seguir viviendo con tanta rabia encima? Recuerden la lección más importante: es fácil atrapar al que vuela siempre igual. El bosque está oscuro y mis pies, heridos, sangran. El movimiento frío, geométrico, maquinal. Hecho de muerte, vendavales, y del cielo claro entre naufragios. El sol, como los golpes, nos deja manchas en la cara. Es el borde lógico, el final de los objetos. Donde empieza el mito y el silencio cómplice de esos que aman el olvido y miran adelante, ignorando el regadío de cuerpos que dejan a su paso. Son iguales a su Dios pusilánime, ese que trajeron de Europa y metieron con sangre. Y con sangre lo vamos a sacar porque yo soy el nuevo alcalde. Cinco kilómetros al sur, los arquitectos de la elite pierden el tiempo armando poesía sin política, que es como tratar de rascar una herida en vez de intentar sanarla para que deje de sangrar. El mar se traga los muertos, y no le importan los cantos ni los poemas, porque no hablan de la experiencia de estar vivos. Los helicópteros rugen sobre la superficie y mientras tanto, nosotros, los que esperamos un milagro, construimos un mundo imaginario para poder habitarlo y sobrevivir. Escuchamos el silbido lejano del tren, las calles de tierra a las que les cambiamos el nombre. Mira la plaza pintada encima, intentando borrar la caída del mito del individuo. Las paredes que rayamos una y otra vez, recordando nuestros muertos. Sus rostros repetidos hasta el infinito, pegados en todas las paredes. Nos miran sin sonrisas porque saben a donde vamos: hacia delante, avanzando siempre, con la porfía de la memoria por delante.

 

MASACRE DE LAJA
¿Cómo se evita esta suerte, ay caramba? Como un mar oscuro se desborda y se desarma. Y es que pronto aburre el escucharte siempre con la misma cantinela. No puedes hundirte en lo negro la vida entera, Eduardo. Es un consejo, no te lo tomes tan a lo personal. ¿Cómo se enfrenta la gran muerte? Mi madre plantó una lavanda, me acuerdo que era lo único vivo en el patio y me dicen que el alma es como una amapola, me cuentan que el fuego consume los campos, me gritan que vamo a ver. Si cae, rueda y quema, vamo a ver. Aguanta, fuerte. Aguanta todo lo que viene. ¿No te aburres de cantar todo el tiempo lo mismo? No te puedes hundir para siempre en lo negro. Afuera de mi edificio los cuervos jamás se dan golpes contra los vidrios porque aprendieron a navegar las entradas falsas, las barreras invisibles. Y los que vivimos aquí arriba a veces dejamos las ventanas abiertas, pero los cuervos prefieren no apostar. Se dedican a evadir la muerte. Me encantaría que eso hubiera pasado contigo. Te vi venir a toda velocidad, pero nadie te enseñó a doblar y luego del golpe me quedé aquí, desesperado, en las alturas, viendo cómo tu cuerpo se hundía, triste. Aguanta, fuerte. Aguanta todo lo que se viene. Vamo a ver. Si cae, rueda y quema, vamo a ver. ¿Cómo se enfrenta la gran muerte?

 

LA BALA HUMANA
Actos de crueldad. Disparos a quemarropa y a corta distancia. Luces encendidas, abiertas las heridas. Corta calles y abre caminos. ¿Qué será, cómo será, lo que no puedo ver? ¿Qué será, cómo será? Actos de crueldad. Disparos a quemarropa y a corta distancia. Luces encendidas, abiertas las heridas. Corta calles. Son las burlas y la tinta antinomias a las cuales no me quiero acostumbrar. ¿Qué será, cómo será, lo que no puedo ver? ¿Qué será, cómo será? La facilidad o dificultad pa representar con palabras es la facilidad o dificultad pa representar lo político. Son las burlas y la tinta antinomias a las cuales no me quiero acostumbrar. ¿Cómo dice que me dijo? “Mi paciencia, un edificio a punto de caer”. Actos de crueldad disparos a quemarropa y a corta, muy corta distancia.

 

ASÍ MATARON A MÓNICA BENAROYO
Agüita e chilco pal dolor. Cuéntame lo que pasó. La enterraron hasta el cuello en la arena, la patearon hasta arrancar su cabeza en nombre del orden, del olvido y del mercado. Todos los planes que construimos sin pensar en su final. Luces encendidas, abiertas las heridas. Los trenes y yo somos uno. Orden, olvido y mercado. Todos los planes que construimos sin pensar en su final. El desierto que no olvida la violencia. Somos como los ríos -le dije- nos arrastramos entre piedras porque el terreno nos obliga. La tierra se levanta, somos la montaña. Mitos que se rompen. Brecha, crisis y asimilación. Y nosotros, sin voluntad propia, observamos lo que destino decide. Pienso que se juntó con el alma de los pajaritos. Mentiras que desarman. Brecha, crisis y asimilación.

 

NUBE NEGRA
“Abran esa puerta o la tiro abajo”, gritan desde afuera y yo soy pequeño, y abro intentando ser valiente. Y es que mi madre siempre dijo que mi padre tuvo mala suerte, y me pregunto si es verdad. Pero mi padre estaba orgulloso de su mujer, de cómo llevó su enfermedad hasta el final porque es difícil a la oscuridad hacerle frente. Y me pregunto cuándo se termina esta mala muerte.

 

AGUACERO
A pesar que le dijiste no hubo caso y lo hizo igual. Esa porfía la heredó de ti. Y yo coseré mis labios, si al final, ¿pa qué los quiero, si siempre la verdad sale de boca de un tercero? Y esto es un aguacero que cae sobre mí. Y vamos cortando las huinchas, mojando las camisas que dejaste atrás de ti, aunque tu olor también se fue. La plaga diez llegó mientras mi madre lloraba armando un aguacero que cae sobre mí. ¿Y quién me dice que esto puede ser distinto? Amarrando un hilo rojo pa que no se pierda el niño. ¿Dónde estás? Abrazando rieles en el fondo. Arma armaduras, ¿o acaso ya no me querí? Caen desde el cielo contra el agua y la dura superficie del poema. Quemaduras de cigarros. Cascarita de naranja. Esa porfía la heredó de ti.

 

EL FENÓMENO DE LA INDIFERENCIA DEL MUNDO
Rojo pal mal de ojo. Me dicen ojo con el tragafuegos porque nunca dice la verdad cuando siente que se quema. Nadaremos juntas en la negrura profunda, con guitarra y cantando: “Ayayayay, cuánto duele. Ay de mí.” Puedo ver que tus manos comienzan a temblar. Sonríeme antes que vuelva a disparar. Nubecita negra, vuelve luego a casa. No tengas tanto miedo, no vale la pena gastarse la vida en eso. Ayayayay, cuánto duele. Ay de mí. Puedo ver que mis manos comienzan a temblar. Sonríeme antes que vuelva a disparar me. Hermana, todo va a estar bien. Nos contamos mitos para no enloquecer. Somos ríos formando el camino. Somos mares guardando los cuerpos. Somos lluvia que cae con rabia.

 

TÁRTARO
Amarrando un hilo rojo pa que no se pierda el niño, pa que llegue seguro y tranquilo a su destino. Miro pa todos laos y no sé dónde anda. Quiero tomarlo en brazos y decirle “estamos en casa”. ¿Cómo se sobrevive a este duelo? ¿Cómo se sobrevive a tanto desconsuelo? Ayayay, la vida nos da una lección, pero ayayay, casi perdemos la razón. Mírame ojos pa dentro, ojos claros, yo hablo lento, que si nadie empuja, aquí ya nunca pasa na. Y le hablo a la muerte. Me dice que se enoja y que recoja el corazón, cantando: “Tanta cosa que yo quiero y no puedo ver”. Antes que sea tarde, abraza fuerte a tu mujer. Se viene el dolor más grande. La plaga diez llegó, pero no se llevó a tu madre. Dijeron “nunca más esto va a pasar”. Y ahora vamo entrando en esta misma oscuridad.